Mi madre no está muerta pero
yo soy responsable de su vida
en el regreso del hospital.
Cuando entra, la casa
ya no la reconoce como su dueña,
las paredes se cierran con recelo,
el agua sale turbia de las canillas.
Una pierna se atrasa al caminar
arrastrándose melancólica detrás
como si no hubiera querido volver.
La otra, en cambio,
trata de hacer de cuenta
que no pasó nada,
se apura por llegar a esta carrera,
chocándose contra las cosas
como un animal ansioso.
Para cualquiera
estar de vuelta sería un alivio.
Pero para ella significa
ser mi madre otra vez, y esposa.
Yo abro la puerta del placard
y ahuyento las polillas
que rondan el algodón como carceleros.
Me visto con su ropa
pero sé que no es suficiente.
Sostengo su vida como si fuera
una seda tejida por gusanos
que nunca vieron una tumba.
Me tienta ser esa pierna
que se arrastra
pero hoy tengo puesto el vestido
blanco y floreado
de su juventud.